Innovación sanitaria a partir del conocimiento externo.

En el post anterior, mencionaba lo mucho que podemos aprender de una empresa española como Mercadona. En este post, me gustaría hablar de la innovación que surge del conocimiento científico que generan otros.

En 2008 se publicó un trabajo de los investigadores Luis M. Plaza y Armando Albert en la revista Scientometrics titulado "Scientific literature cited in USPTO patent documents as indicators for the evaluation and analysis of Spanish scientific research in biomedical disciplines"En dicho trabajo se indica que "A study carried out on several groups of researchers working in universities, public research centers, and hospitals, has shown that an important percentage of Spanish scientists have authored publications that are cited in US patents in the field of Biotechnology". Parece pues que nuestros investigadores producen conocimiento que es utilizado por empresas extranjeras para obtener valor. [Enlace al artículo: http://www.akademiai.com/content/2633734397131370/]

Este es un buen ejemplo de que, siendo importante disponer de una buena capacidad de producir conocimiento, no es menos la capacidad de saber aprovechar el conocimiento producido en cualquier lugar del mundo para poder transformarlo en valor económico y social.

Debemos recordar que las ideas, incluso las más geniales, no tienen valor per se. Para que adquieran un valor económico o social, las ideas deben ser trasladadas a un servicio o producto que satisfaga una necesidad existente.

En los casos en los que la innovación que tiene su origen en un avance científico, se precisan al menos otros dos elementos para alcanzar la innovación con éxito. El primero es la capacidad tecnológica que permita implementar la idea en un producto o servicio con una calidad óptima. El segundo es el conocimiento necesario para producir al menor coste posible y comercializar el producto o servicio con éxito. Si nos falta uno de estos dos elementos, las opciones de triunfar se ven claramente reducidas.

Los grandes avances científicos (por ejm.: descubrimiento del ADN), no suelen tener un impacto económico inmediato. Para ello, es necesario transformarlos en productos que satisfagan una necesidad y hacerlo llegar a la mayor cantidad posible de clientes. Esto puede llevar tiempo, incluso años. Y para conseguir este objetivo, además de la I+D, necesitaremos innovaciones no tecnológicas, organizativas y de marketing. Con ellas, podremos reducir costes de producción, incrementar ingresos y, por tanto, maximizar beneficios. 

En consecuencia, tanto la capacidad de producir como la de comercializar productos o servicios son vitales para el éxito. Generalmente, estas capacidades no están al alcance de las entidades que producen los avances científicos (hospitales, universidades, centros de investigación). Son las empresas las que poseen esta capacidad.

A la vista del ejemplo anterior, se puede concluir que es preciso que las políticas de innovación  deberían “abrir el foco” y dejen de centrarse exclusivamente en la obtención del avance científico o de una patente. Puede ser tan importante o incluso más que las empresas sean capaces de transformar conocimiento científico en valor. Y para ello, nada mejor que mejorar su organización, sus procesos y su marketing.

También en cidiplus.com


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